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(#06) Hablan las Musas - Una noche en la oficina.

Las Hojas fueron agitadas por Irewen jueves, 19 de agosto de 2010




Después de unas semanas sin esta sección por una y otra razón, esta semana las Musas me acorralaron y hasta que no escribí lo siguiente no pararon de dar la murga. No es gran cosa y es cortito, una escena autoconclusiva con una temática que no suelo utilizar.
¿Qué os parece? ¿Alguna incongrugencia? ¿Os agrada? ¿os desagrada? ¿os esperábais ese final? Ale, ya no os atosigo más a preguntas ;)


Llevaba horas sentada en la silla de la oficina, había perdido la cuenta. Se movió inquieta, alzó el rostro y sus ojos claros se fijaron en la oscuridad que había en el exterior, rota por las miles de luces de la enorme ciudad que se encontraba al otro lado de la ventana. Suspiró. Miró el reloj y una mueca de alarma curvó sus labios al ver que eran cerca de las once de la noche. Por un segundo miró con rabia las cuentas que tenía que cuadrar. Llevaba horas con aquello, tantas que el resto de sus compañeros se habían ido salvo la morena que había llegado nueva hacía apenas una semana y que parecía que llevaba todo aquello mucho mejor que ella.

La miró de reojo, se llamaba Angela y era más o menos de su edad. Ahí terminaban todas las similitudes. Mientras que ella era castaña y bajita, su compañera de trabajo era alta, con tipo de modelo y morena, tanto de pelo como de piel, con los ojos oscuros de gitana y una elegancia innata. No pudo evitar dejar escapar un nuevo suspiro. Ojalá pudiera parecerse más a ella, pero sabía que era imposible.

Se movió incómoda en el asiento cuando su compañera alzó la mirada y la pilló mirándola, con timidez bajó el rostro hacia los papeles y frunció el ceño en un gesto de concentración. Tenía que volver a las cuentas, olvidarse de su compañera y de todo lo que la rodeaba como siempre hacía cuando trabajaba con la contabilidad. Pasó otra media hora con las dos trabajando en silencio, sacudió su cabeza notando la coleta que recogía su pelo y se estiró por un momento notando la pesadez de los hombros de estar tanto tiempo sin moverse. Automáticamente su mirada se alzó, buscando a su compañera y no la vio. ¿Habría terminado ya y se habría ido?

Era una posibilidad y además sin avisarla… un gesto de frustración se apoderó de su rostro. Como siempre le tocaría quedarse la última, enfrentarse a los de la limpieza y hacer el camino solitario y silencioso hacia el parking. Se frotó el rostro con gesto cansado y entonces una mano morena, de cuidadas uñas sin pintar, dejó una taza de café caliente delante de ella.

—Ten, te vendrá bien.
—Gracias —respondió, alzando la mirada y esbozando una breve sonrisa.
—¿Cómo lo llevas?.
—No consigo cuadrar el balance, me estoy volviendo loca.
—Déjame ver.

Se encogió ante su proximidad y sintió el corazón latiendo rápido. Su olor era como el de un jardín lleno de flores a pesar del tiempo que llevaba allí, seguro que ella olía fatal: a comida, a sudor, a cualquier cosa, incluso a café porque se le había caído en la falda ensuciándosela. En cambio Angela era como si se acabara de vestir, parecía fresca, relajada, en su salsa. Respiró hondo y sintió un cosquilleo en el cuello cuando la larga, morena y ondulada melena de su compañera de trabajo la rozaba allí al echarse hacia delante.

—Creo que está aquí el fallo, creo, no estoy segura — miró hacia su mesa por un momento. — Me suena que la factura de Thompson e hijos S.A. del mes pasado no ascendía a tanto. Dame un segundo.

Asintió mientras la veía atravesar la habitación donde trabajaban hasta su mesa. ¿Cómo era posible que en tan poco se hubiera acomodado a la rutina del trabajo? Miró su mano pálida y de uñas mordidas cuando cogió la taza y por milésima vez se dijo que tenía que cuidarse un poco más, hacerse las uñas no podía llevar tanto tiempo y además quedaba bonito. Dio un sorbo, sorprendida al ver que estaba justo como a ella le gustaba. Se lamió los labios y lo volvió a dejar en su sitio, bajando la mirada hacia los papeles que tenía delante.

—Justo, aquí está, mira — dejando los papeles justo delante de ella, Angela tomó una silla y se sentó a su lado con un movimiento fluido — justo aquí.

Se echó hacia delante y por un momento casi sus cabezas chocaron, retirándose con timidez. Miró lo que su compañera la había traído, frunció el ceño y lo tomó en sus manos para después volver hacia atrás en el libro de contabilidad hasta la fecha donde tendría que estar inscrita la factura.

—Tienes razón, me he confundido a meterla — dejó escapar un suspiro cansado. — Con razón no me cuadraba nada.
—Eso nos puede pasar a cualquiera Sara, es lo más normal del mundo.

Y esa sonrisa, ese gesto amable, esa palmadita en la mano le hizo sentir todavía peor de lo que estaba. Angela era perfecta en todo, como Mary Poppins, y en cambio ella se sentía como la prima pobre, aquella que no conseguiría nunca llegar ni siquiera a su altura, vamos, que iba a tener que conformarse con esta a la altura de la suela de su zapato. Se estremeció una vez más cuando notó el roce de su compañera de trabajo al separarse, se fijó en su cuerpo caminando y sentándose con elegancia en su sitió y suspiró por enésima vez en menos de una hora.

Y lo peor de todo es que no podía caerla mal porque era encantadora, no se metía con ella como sus otros compañeros y la sonreía. ¿Sabéis lo importante que puede ser una sonrisa? ¿Un gesto de compañerismo cuando uno se siente solo en un lugar? Era como si de repente una luz entrara en la habitación iluminándola y se sentía mucho, mucho mejor. No se engañaba, sabía que pronto entraría a formar parte del grupo de la oficina que rodeaban a Irene “Siempreperfectayestupenda” Garrido, pero mientras tanto, podía fantasear con que caía a alguien bien en ese lugar ¿no?

—Sara.
—Mmm ¿sí?
—¿Estás bien? Llevas cinco minutos sin dejar de mirarme.
—Oh, ehh… — parpadeó detrás del cristal de las gafas de lectura y asintió. — Disculpa, estaba pensando.

Angela no dijo nada más, solo miró un instante más a su compañera y volvió a la tarea que tenían entre manos. El tiempo pasaba lento, el tic tac del reloj de la oficina parecía retumbar en el silencio que había, únicamente roto de vez en cuando por el sonido de hojas al pasar o de las teclas del ordenador. Era la una de la madrugada cuando Sara alzó los ojos y estos se cruzaron con los de su compañera.

—Vamos, dejémoslo por hoy — comentó Angela incorporándose y estirándose. Su cuerpo se arqueó como si de un enorme felino se tratase con las manos entrelazadas encima de su cabeza y dejó escapar un suspiro.
—Pero… pero aún no he terminado — protestó Sara.
—Es la una de la mañana, no hay nadie más en el edificio, necesito dormir y no voy a dejarte aquí sola, así que vamos… mañana es otro día.

Sara se mordisqueó nerviosa el labio inferior, como siempre hacía cuando ese sentimiento le atenazaba el estómago, y finalmente el cansancio venció sobre la responsabilidad o lo que ella al menos creía que era responsabilidad y otros muchos llamaban obsesión. Se levantó tras dejar todo colocado y ordenado sobre la mesa, miró la pantalla con intensidad durante un segundo antes de darse cuenta que tenía que guardar lo que había en ella y finalmente lo apagó todo.

Al moverse hacia atrás a punto estuvo de chocarse con Angela y dio un respingo a lo que su compañera respondió con una sonrisa.

—Venga, que no muerdo.
—Me has asustado — replicó Sara frotándose la cara con cansancio moviéndose hacia donde estaban los abrigos y deteniéndose al darse cuenta que no estaba el suyo.
—Toma anda.

Asintió con gesto nervioso tomando el abrigo y se lo puso mientras sujetaba el bolso entre las piernas como podía. Angela, como no podía ser de otra forma, estaba perfecta: sobre el traje de chaqueta y pantalón en color beige se había puesto un largo abrigo negro, una bufanda blanca y un simpático gorro del mismo color que la bufanda. Sara la miró y la siguió cuando hizo un gesto en dirección al ascensor.

~*~*~*~

—Este lugar da escalofríos — musitó para sí Angela en el parking subterráneo del edificio de oficinas.
—No es para tanto, no ha pasado nunca nada, hay buena seguridad.
—No ha pasado nunca nada hasta que suceda.

Sara miró de reojo a Angela y se mordió el labio inferior una vez más, hasta casi hacerse sangre. A ella tampoco le gustaba la idea de bajar sola allí, por eso procuraba que alguien la acompañara, a poder ser mujer. No es que tuviera miedo a que le hicieran algo, ¿quién iba a querer nada con ella viendo su aspecto físico?, pero tenía la suficiente imaginación como para pensar miles de situaciones diferentes donde había armas, disparos, sangre y mucho, mucho dolor además de hospitales, luces de colores, médicos y falta de dinero.

Sin darse cuenta de lo que hacía, su cuerpo se había movido de forma inconsciente hasta casi pegarse al de Angela mientras sus miedos iban apareciendo como imágenes fugaces en su mente. La morena no pareció darse cuenta y no la apartó al tiempo que ambas dejaban escapar un suspiro al ver los dos coches aparcados bastante cerca el uno del otro.

—Menos mal que tenemos plazas juntas — comentó Sara sin percatarse de la mirada que le dirigía Angela al tiempo que rebuscaba en el bolso palpando buscando sus llaves e incluso abriéndolo casi por completo, estando a punto de colar la cabeza dentro.
—Cierto, menos mal que no hay mucha distancia.

Consiguió dar con las llaves y una sonrisa triunfal apareció en sus labios al tiempo que se giraba para mirar hacia Angela. La morena se la quedó mirando en silencio durante un instante y entonces ocurrió. Sara se quedó inmóvil, sin saber qué estaba sucediendo, cuando deslizó la mano por su muñeca hasta tomar la mano que sujetaban las llaves y alzó la otra mano para tomar su nuca mirándola a los ojos con firmeza, acariciando su redondeada mejilla con la yema de los dedos. Fue un instante, un segundo, el suficiente como para que Sara si hubiera sabido qué estaba pasando se hubiera echado para atrás. Pero no lo hizo.

Los dedos de Angela se entrelazaron en la coleta castaña casi deshecha y sin darle tiempo a respirar hundió sus labios en los de ella, besándola, retándola, pegándola contra el coche haciendo que Sara sintiera el frío de la chapa del mismo y la calidez del cuerpo de la mujer. La castaña se sujetó a sus brazos con la mano libre, sintiéndose mareada por la intensidad del beso, sintiendo cómo el corazón volaba alocado en su pecho. La lengua experimentada de la morena recorrió los labios de la castaña en una lenta caricia antes de romper la barrera impuesta y hundirse acariciando por un momento sus dientes. Sara estaba perdiendo el equilibrio, sentía cómo sus rodillas flaqueaban y sus ojos se mantenían abiertos con sorpresa, sin saber ni poder, o quizá sin querer, apartarse, sujetándose como podía, sintiendo que estaba cayendo, que todo daba vueltas, que el mundo se estaba poniendo de repente del revés.

Tardó unos minutos, unos minutos que Angela aprovechó para saborearla, para tentarla, para acariciarla, antes de reaccionar. Tomando fuerzas echó la cabeza hacia atrás mirándola con gesto sorprendido y apartándose de sus labios. La morena clavó sus ojos oscuros en ella, unos ojos que prometían momentos de placer y Sara tuvo que buscar aire casi boqueando.

—¿Qu… qué? ¿Qué es esto? — logró por fin preguntar.
—Lo que estabas deseando, solo te he dado lo que necesitabas, anhelabas y nunca te atreviste a probar.

Y sin más, sin otra palabra, dejando a Sara con el corazón palpitando con fuerza contra su pecho, con la mano sujetándoselo como si de repente se fuera a salir de allí como un pájaro buscando la libertad, Angela se giró, abrió la puerta de su coche y se alejó.

Sara no parpadeó de nuevo hasta que las luces traseras del coche de su compañera de trabajo desaparecieron y con un movimiento, casi a cámara lenta, alzó la mano hasta sus labios acariciándolos.

Aún tenía su sabor, aún sentía su mirada y las rodillas débiles.

Jamás nadie le había besado de aquella manera.

Y jamás nadie volvería a hacerlo.

12 hojas al viento

  1. Veritas Says:
  2. Vaya.. Me has dejado boquiabierta. Es un relato de una hsitoria sencilla, pero realmente impactante. Has conseguido darle el final necesario para que esa vida -normal y corriente- deje en el lector una sensación nada ordinaria. Tus musas se han puesto las pilas ^^

    Besos!

     
  3. Juanjo Says:
  4. Saludos cordiales Irewen. He coincidido con muchos comentarios tuyos y por fin encontré el tiempo de leerte.

    La historia es muy bonita y en la que se expresa perfectamente esa necesidad de cariño que incluso las personas "duras" "los actores de las películas de acción" necesitan de vez en cuando. El hecho de resignarte a la suerte, no significa que no se necesiten los mimos, cierto es que algunos los necesitan con más frecuencias que otros. Ojalá a Sara le cambie la historia, me imagino a una persona que verdaderamente los necesita.

    Enhorabuena por tu relato. Hasta pronto.

     
  5. Unknown Says:
  6. Otra que se ha quedado boquiabierta. Me ha encatado el relato preciosa. No estoy acostumbrada a leer sobre este género, y siempre me ha picado la curiosidad.

    Me gusta como has expresado los miedos y anhelos de Sara, y me he quedado con ganas de saber más sobre Ángela, y sobre la relación entre ambas chicas a partir de ahora. Además, es genial la naturalidad con la que sucede todo.

    Anímate a seguir escribiendo, porque lo haces realmente bien.

    Un besote wapi!! :)

     
  7. Yo creo que te ha quedado muy bien. Una escena entre dos mujeres no es algo que suela leer muy a menudo.

     
  8. Srta. Juth Says:
  9. Me ha encantado ^^
    No es un tema muy tocado, por eso que algunos dicen de "La literatura homosexual la leen los homosexuales", pero esta historia va más allá de los prejuicios literarios, y muestra un relato precioso.

    Enhorabuena a ti y a tus musas! :3

     
  10. Que no se diga que Irewen no tiene talento... madre mía. Por un momento me he sentido transportada a esa oficina y a ese parking. Y la verdad es que no me lo esperaba, hasta la parte del ascensor que entonces me he dicho: aquí hay tema que te quema XDD
    Te ha quedado precioso.

    Muchos besitos!!!


    Carmen

     
  11. Una historia sencilla, pero preciosa sigue asi.
    Un saludo y gracias por pasar un besoootte.

     
  12. alucinante, me has dejado patidifusa. La leche! está genial! No es la primera vez que leo un relato cuyas protagonistas son dos mujeres, asi que no es la escena en sí lo que me ha sorprendido sino la manera en que me ha hecho sentir... joder, me ha encantado la inseguridad de Sara y la contrapartida que le da Angela... vamos, chiquilla, que lo has bordado!!

     
  13. Irewen Says:
  14. Gracias, gracias y gracias por vuestros comentarios, por vuestros ánimos. Joder, no veáis como me habéis alegrado *-* Es una sensación maravillosa ver que lo que he escrito os ha gustado. No estaba yo muy conforme, era la primera vez que escribía algo de la temática y también era la primera vez que no metía nada sobrenatural de por medio o de fantasía.

    ¡Muchos besos y gracias!

     
  15. Anónimo Says:
  16. Bueno yo poco tengo que decir, porque lo leí en primicia ; ), solo repetirme: me encanta y es un relato que esta muy bien escrito y se hace rápido de leer. Ya sabes que me encanta como escribes, pero te haces derrogar XD

    Besos y sigue escribiendo ; )

     
  17. Alendax Says:
  18. Vaya!!! Sólo eso

     
  19. Irewen Says:
  20. Gracias Holic, ya sabes que por regla general te pillo de conejito de indias a ver qué te parece.

    Alendax :) Gracias por pasarte por aquí comentarme.

    Besoss

     

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